martes, 30 de noviembre de 2010

LA FELICIDAD.

Una casa enorme y carísima con jardín y pileta. Tres mucamas. Dos meses en Punta todos los veranos. Viajes a Europa y Estados Unidos. Ropa nueva todos los meses. La mejor. La más cara. El último celular, el último mp4, el último televisor lcd, uno en cada habitación.
Los mejores colegios, el mejor country de fin de semana.
Los amigos, de las mejores familias. Una moto antes de los 16. El auto antes de los 18. Fiestas todos los sábados.
Creí, por un momento, que eso era felicidad.
Y mientras tanto, la dejé escapar.
¿Por qué cuando tenemos la felicidad frente a los ojos no sabemos verla? Siempre pensamos en lo que nos estamos perdiendo, deseando cosas que no tenemos, y en realidad todo lo que necesitamos para ser felices está ahí, mordiéndonos la mano.
Creemos que la felicidad es algo difícil de alcanzar. A veces hasta nos convencemos de que nunca vamos a ser felices.
Quise todo y tuve todo. Hasta descubrir que las ampollas de mis pies caminando junto a ella, balo un sol que partía la tierra, su olor a campo y su sonrisa, eran la felicidad para mi.
Recién ahora lo veo.

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